Clinton estaba equivocado, no era la economía, era la formación. Cualquier sociedad que se precie necesita una formación. Pero qué tipo de formación? abierta, colaborativa, imaginativa, donde cada niño pueda desarrollarse sin corsets que le impidan mostrar su verdadero talento y capacidad.
La libre-formación no está enfrentada con la competición, ni con la técnica, ni con el aprendizaje. La libre-formación es simplemente más jodida de implementar, porque demanda del entrenador un pensamiento individual y no global, un pensamiento donde cada jugador debe ser un elemento de trabajo muy distinto a cualquier otro. La libre-formación no espera que el jugador aprenda, sino que éste interiorice y sea capaz de ponerlo en valor, tanto en su día a día, como en la competición.
Los entrenadores tenemos una responsabilidad importante y no debemos eludirla.