Simplemente tres cosas, las mismas que para desarrollarse personalmente y formarse como personas:
1. aprender
2. sentirse seguro
3. sentirse querido
y las tres con pesos parecidos.
En primer lugar el aprendizaje, que es la base del trabajo realizado por el niño y por el entrenador. No podemos pensar en que enseñar a un niño sólo depende de este elemento. Enseñar a un niño está bien, pero no es suficiente puesto que éste tiene que ser capaz de hacer suyo el gesto, el aprendizaje si queremos que lo use.
En segundo lugar se debe sentir seguro, es decir, por un lado libre para desarrollar todos sus movimientos y acciones y por otro lado saber que hay alguien que le está ayudando y que le está sosteniendo en su proceso de aprendizaje, que si falla, la responsabilidad es suya, pero que recibirá apoyo en términos de mejora. La seguridad está asociada en edades tempranas a la felicidad y si vemos a niños divertirse, es que se sienten seguros. Si vemos a niños profesionales haciendo ruedas de calentamiento que parece que les va la vida en ello, seguramente no se sientan seguros.
En tercer lugar, la sensación de sentirse querido es, para mi, la más importante.Este afecto no va solo desde el entrenador/a hacia el níño y desde el grupo hacia el niño, sino en el proceso contrario, del niño hacia el entrenador/a y hacia el grupo, es decir que él sepa que puede sentir afecto hacia al entrenador/a y que el grupo se deja querer.
Bajo mi punto de vista, cualquier carencia en cualquiera de estos tres puntos, hace malo el buen trabajo técnico de muchos buenos entrenadores «técnicamente excelentes». Cuando hablamos de nuestros maestros o entrenadores que nos han marcado, todos recordamos a uno que nos ha influenciado de manera superlativa y da igual que fuera serio, seco o parco en palabras, siempre sabia hacernos sentir importantes, dueños de nuestros aprendizajes y seguros.