Cuánto tiempo…
Acabo de llegar de un torneo, donde un entrenador me ha preguntado por qué ya no escribo nada más. Pongo la excusa del tiempo, pero no se si es cierto.
Un tuit que he leído hoy y donde me mencionan, me ha hecho reflexionar más y más sobre nuestra labor como entrenadores.
Creo que ganar es importante, pero principalmente porque esto hará enfrentarse a nuestros jugadores a niveles de más alta envergadura y la oposición es generalmente importante, aunque no creo que sea así en todas las etapas de la formación (esto es otro post).
Vivo y entreno empeñado en no interferir mucho en la formación del niño, pues al contrario que se ha dicho siempre, creo que el buen entrenador es como el buen árbitro, que no se note mucho. Me enorgullecería que mi jugadores dijeran en el futuro: «¿Alderete?, si, creo que fue entrenador mío, pero no me enseño nada, todo lo hice yo». Hay radica mi función como entrenador, en no influir en su aprendizaje, aunque si influir en su formación como jugador, mediante la interiorización de las habilidades enseñadas.
La gran aportación del entrenador, creo, es saber entender dónde está la mínima intrusión posible por su parte, para que el niño interiorize el juego, haciéndolo suyo. Lo malo es que esas fronteras no se conocen y a veces te quedas corto y a veces te pasas de frenada. Y por esto, rechazo plenamente el aprendizaje excesivamente guiado, demasiado intrusivo.
En el torneo en el que los jugadores han estado recientemente, hemos quedado muy por debajo de nuestras posibilidades, seguro, pero he disfrutado viendo como niños que al principio de esta temporada se botaban la pelota en el pié, eran capaces de atacar la canasta de lado a lado, decidiendo si pasaban, entraban o buscando una decisión en el tiro, incluso haciendo faltas en ataque a la hora de entrar a canasta. Y os puedo asegurar que todo es responsabilidad suya. Nosotros, en el entrenamiento, les damos un azadón e intentamos que cada uno lo use como le de la gana. Unos cavan un metro de profundidad y mueven la tierra para que la cosecha sea más rica y otros simplemente cavan un centímetro y su cosecha no da frutos.
Nos negamos a mecanizar el tiro tradicional con ninguno (salvo alguna excepción que no viene a cuento por razones mayores) y estamos venga a entender su cuerpo y poco a poco ir aconsejando detalles que les den pistas para que desarrolle su tiro. Poca intrusión para conseguir su propia interiorización en el tiro, para que éste no les cueste. ¿hubieran «mejorado» mucho su tiro con una técnica tradicional? seguro, pero también estoy seguro que el tiro sería mucho más forzado en el futuro y también estoy seguro que existe una mayor probabilidad de que sea más acertado cuanto más natural y menos forzado sea.
Solo un detalle. En el tercer y cuarto puesto, de este torneo, mientras el equipo contrario intentaba hacer movimientos «desde el banquillo», mientras movían la pelota, estuvimos por delante y fue solo cuando los niños se pusieron a jugar directos al aro, cuando nos sacaron del campo y nos ganaron, merecidamente, el partido por más de 10 puntos.
En definitiva, creo que un jugador tiene que jugar y un entrenador tiene que entrenar y que nuestra labor deportiva se acaba cuando empieza el partido y empieza, cuando empieza el entrenamiento. ¿En el partido? observar, analizar y animar para que hagan baloncesto, para que pongan en práctica lo entrenado y se animen a hacer muchas y diferentes acciones. ¿soy mejor entrenador por esto? pues no, simplemente me mola ver a los niños como suben y bajan su rendimiento, como pierden balones porque los arriesgan, porque son niños y además están en su primera etapa de la adolescencia, etapa eminentemente creativa y repleta de emociones y posiblemente de inseguridades. Tengamos cuidado, porque lo que se aprende aquí (preinfantiles+infantiles+cadetes de primer año), se queda, generalmente para siempre.
Como siempre, un placer.