Ayer domingo, 30 de septiembre jugué un partido de baloncesto del que no me siento especialmente orgulloso. Cometí dos actos de anti deportividad que me han hecho perder el sueño y me lo harán perder durante bastante tiempo. Ayer, no eduqué, solo intenté ganar.
- Salió el balón fuera y me llegó a la mano. No lo puse en el suelo y lo desplacé ligeramente hacia linea de fondo. Esto provocó una encendida protesta del público (posiblemente razonada, aunque igual excesiva) y una lógica reacción del árbitro que me llamó la atención y me dijo algo que me jodió sobremanera: «estamos educando a los niños» y me jodió porque me estaba dando una lección un tipo de 30 años y me alegré porque la corrección no era intimidatoria, era educativa.
- Una fuera que me dio la impresión que era a favor del contrario y posiblemente podría haber resuelto la duda que durante un par de segundos tuvo el árbitro, pero me callé y aunque entiendo que todo esto forma parte del juego, tenía la oportunidad de enmendar mi mala actuación anterior y no lo hice. Tenía la oportunidad de enseñar a mis jugadores que no todo vale y no lo hice.
Posiblemente estas dos acciones sean un salto hacia atrás en mi desempeño como entrenador y educador. Espero que no signifique un salto significativo y que se pueda enmendar. Esta mañana, llevando a mi hijo al cole, se lo he contado y el muy desgraciado, se ha callado y no ha dicho nada, porque sabe que actué mal.
No puedo prometer que no volverá a pasar, pero si que haré todo lo posible para que no suceda. Mil perdones al otro equipo, que tuvo una actuación (jugadores y entrenador) envidiable, al equipo arbitral, a los padres (a los que debemos dar un ejemplo especialmente correcto) y sobre todo a mis jugadores, a los que mañana martes, en el entrenamiento, les indicaré mi equivocación personalmente.